A este respecto, se señala la arrogante torre mudéjar de la Iglesia de la Magdalena, iglesia parroquial hasta hace unos años de la que se tiene noticias desde 1153, según nuestro recordado y admirado compañero Don Julio Porres. Pues dicha torre, en la que algunos críticos de arte e historiadores pretenden adivinar restos de un antiguo alminar, pregonero por tanto de una mezquita anterior a 1085, se encuentra en estado deplorable, una vez que una considerable grieta, en forma de rayo arborescente, la recorre por su mitad de arriba abajo. Añádase también que el tejado-cubierta de la torre ya no existe en su mitad, con lo cual el estado ruinoso de la torre se acentúa y con ello el apremio de su seguro derrumbamiento. Y es lo que pongo en conocimiento de los miembros de esta Real Academia, ilustres y respetados compañeros, con el fin de que se haga llegar esta preocupación, acuciada por la urgencia, a quien proceda y se pongan los remedios suficientes para atajar su desmoronamiento, lo que es probable que suceda antes de lo esperado si no se actúa con diligencia.
Ocurre también en nuestra ciudad que casas y edificios en apariencia indiferentes al interés ciudadano por su común o sencilla arquitectura, encierran entre sus paredes, a modo de recatadas alcancías, tesoros que dan brillo a nuestro patrimonio cultural. En esta ocasión me refiero a una modesta casa de dos plantas señalada con el número dos, que hace esquina en la calle Tendillas con la de los Aljibes. En efecto, su apariencia es modesta y desaliñado y meramente funcional su aspecto, pero guarda un ilustre pasado que engrandece el acervo cultural toledano y aun nacional, pues evoca a dos de los nombres más preclaros del parnaso español: a Santa Teresa de Jesús y a Garcilaso de la Vega, tan toledanos ambos.
Documentos de época aseguran que la casa referida perteneció a la familia paterna de Santa Teresa, como hace constar nuestro apreciado y respetado compañero Don José Carlos Gómez-Menor en su libro El linaje familiar de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, pág. 33, citando, a su vez, al P. Efrén de la Madre de Dios, Tiempo y vida de Santa Teresa. Madrid, 1968: “Juan Sánchez de Toledo tenía casa señorial muy buena en la colación de Santa Leocadia”, vivienda en la que, muy probablemente, nacieron el mismo Juan Sánchez y sus hijos, entre ellos Alonso, padre de la santa abulense, y en ella moraron hasta que emigró hacia 1493 con la familia a Ávila sin haberse desprendido de la casa de Toledo. Alumbran también los documentos que Juan Sánchez vendió la casa familiar a Antonio de Cepeda, que posiblemente era hermano de Inés de Cepeda, esposa, a su vez, de Juan Sánchez, abuelo de Santa Teresa.
Pero decía antes que ese inmueble está también muy relacionado con Garcilaso de la Vega, pues está documentado que lo compró a Antonio de Cepeda, y ello hubo de ocurrir poco después de haberse casado el poeta con doña Elena de Zúñiga. A este respecto, escribe Comandante García Rey en “Nuevas noticias referentes al poeta Garcilaso de la Vega”, en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, tomo XXXIV, 1926, pág. 287 y ss.: “Parece natural que los nuevos cónyuges vivieron en compañía de Dñª Sancha de Guzmán”, madre ya viuda de Garcilaso. Pero “No tardaron después de su matrimonio –continúa García Rey citando ahora al Marqués de Laurencín- en adquirir para su madre y residencia unas casas principales en la colación de Santa Leocadia. Y estas casas estaban formadas de las “casas principales” en que vivían Garcilaso de la Vega y Dñª Elena de Zúñiga, lindantes con las casas de Juan de Ayala y por delante de la Calle Real (…). Las principales habían sido de Antonio de Cepeda y Catalina de Arroyal, su mujer, en nombre de los cuales vendió Íñigo de Torres a Garcilaso y Dñª Elena por precio de 550.000 maravedís, y de ello les dio posesión (Escribano, Francisco Rodríguez de Canales). Unas accesorias (dos pares de casas), fueron de Antonio de Santa Catalina, padre de Leonor de Cepeda, como se deduce de un apartamiento de pleito (15 de abril de 1528) entre Juan Sánchez, Francisco y Leonor de Cepeda, su mujer, Garcilaso y Dñª Elena, originado por estas casas; y las otras accesorias (dos cuerpos de casas y otras pequeñas), de Inés Álvarez, mujer de Alonso Álvarez, y de sus hijos (…), vendidas a Francisco Serrano, por carta de dejamiento y cesión, pasaron, al matrimonio Garcilaso (Escribano, Juan Sánchez Montesinos)”.
También nuestro compañero y prerstigioso investigador D. José Carlos Gómez-Menor se refiere a este tema en su obra antes citada, y siguiendo la obra anterior del P. Efrén de la Madre de Dios, dice: “Esta casa tuvo un egregio comprador (nos referimos a la de “a colación de Santa Leocadia”): el poeta Garcilaso de la Vega. En efecto, entre las escrituras que tenía la viuda al tiempo que murió se menciona (ahora cita al P. Efrén) Una carta de liçençia e venta e posesyon que hizo e otorgó P(edro) Sánchez, hijo de Juº Sánchez de Toledo, morador en Ávila… de unas principales e de otras pequeñas junto a ellas, en la colación de Sancta Leocadia la Vieja, que está puesta en pergamino… Y continúa que “las vendieron a Antonio de Cepeda y su mujer, quienes las traspasaron a Garcilaso por el precio de 550.000 maravedíes”. Y el testamento que escribe y sella Garcilaso en Barcelona el 25 de julio de 1529, un par de días antes de pasar con el Emperador a Italia y a “otras partes donde él fuere servido quererse de mí servir”, fue leído ante las autoridades pertinentes, “en unas casas que son en esta ciudad de Toledo a la colación de la iglesia de Santa Leocadia”, según recoge el Marqués de Laurencín en Documentos inéditos referentes al poeta Garcilaso de la Vega, pág. 147. Y en el Inventario de los bienes de Garcilaso que manifiesta Doña Elena de Zúñiga el 1 de enero de 1537 y dio a conocer Francisco de Borja y San Román en el Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo LXXIII, 1918, se lee: “… unas casas principales que son en dicha cibdad de Toledo a la colación de la iglesia de Santa Leocadia, que lindan con otras casas de la dicha señora doña Elena e por otra parte con un callejón que está entre las dichas casas e las casas de Francisco Rodríguez de Canales”. Digamos por último, que aún pertenecían en 1618 a los herederos de Garcilaso y Elena de Zúñiga, concretamente a don Antonio Portocarrero, conde de Monclova, pero ya estaban en ruina.
Así pues, a la luz de los documentos aportados por los autores e investigadores citados arriba, es manifiesto que este edificio perteneció a los antecesores paternos de Santa Teresa y que, luego, fue adquirido por el insigne poeta toledano, por lo que aquí vivió con doña Elena desde poco tiempo después de haberse casado hasta 1535, año en que partió por última vez hacia Italia.
Pues bien, este inmueble cargado de sugerencias y evocaciones históricas y literarias está abocado a desaparecer por el abandono en que se encuentra; es más, tenemos la certeza de que los dueños de la vivienda están acelerando su desmoronamiento, pues en esta época otoñal, cuando las lluvias y las inclemencias del tiempo no se hacen esperar, han desmontado los balcones y las ventanas y, posiblemente, parte del tejado, sin otra explicación objetiva que el derrumbamiento total y próximo del edificio. Y aunque es muy posible que el inmueble no guarde ningún elemento arquitectónico de época, esconde entre sus sencillas paredes un tesoro de primordial valor, que engrandece y ensancha el patrimonio cultural de la ciudad y el poder sugeridor de sus calles: el recuerdo y la evocación de estas dos insignes personalidades históricas y literarias toledanas y españolas y de renombre internacional.